Cuando hay una crisis, los hábitos de compra cambian a medida que los consumidores ajustan sus comportamientos para adaptarse a su nueva realidad financiera. Esto supone un desafío para los profesionales del marketing, quienes deben aceptar estas transformaciones y ajustar sus estrategias para sobrevivir, que su empresa siga creciendo o incluso se mantenga.
En primer lugar, el consumidor se vuelve más austero. Empiezan a preocuparse y ser cautelosos con sus gastos, priorizando las necesidades esenciales sobre los productos y servicios menos importantes. Los marketers debemos adaptar nuestros mensajes para destacar la utilidad y el valor a largo plazo de sus ofertas, enfocándose en cómo satisfacen necesidades fundamentales.
Los consumidores buscan marcas confiables, no están tan abiertos a probar. Debemos fortalecer la narrativa de la marca, comunicando de manera efectiva sus valores y con mucho social proof para ganarnos esa confianza. Establecer una conexión emocional con los consumidores también puede fomentar la lealtad a largo plazo.
Las ofertas y promociones estratégicas pueden incentivar la compra, pero es crucial evitar una guerra de precios que pueda afectar la percepción de calidad de la marca. Descuentos inteligentes y programas de fidelización pueden ser herramientas efectivas para atraer y retener clientes.
Cada vez al comprador le gusta más comparar, por lo que es importante optimizar la presencia en plataformas digitales y ofrecer experiencias de usuario fluidas. Estrategias de marketing digital, como el marketing de contenidos y las redes sociales, pueden ser herramientas poderosas para mantener la visibilidad y la participación del consumidor.
Y por último, algo que me parece clave es la personalización. Cuanto más personalices, más posibilidades de ganarte a ese cliente. Así que en un entorno donde hay menos conversión, esta puede ser una manera de compensarlo.
Tribuna de opinión escrita por Miriam Collado, experta en marketing y estrategia de marca